VUELVEN LOS ÁRBOLES AMARILLOS...

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Penumbra en silencio...

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COLORES MAGICOS EN MIS ARBOLES

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COMIENZA UN NUEVO DIA...

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...EN MI DESIERTO...(Erg Chebby)

martes, 16 de marzo de 2010

Capítulo XIII: "Negra zorra de los huevos"








Y ella, ¿Sabe quién eres tu?.....Con esas pocas palabras, con esa rotundidad que tenía su voz, su mirada, dura por un instante, clavados los ojos en los de él, pero sin concederle la menor de las importancias, el desconocido, con una seguridad que daba miedo, respondió a la pregunta de Fernando. Ambos quedaron en silencio, durante tan solo unos segundos, aunque a Fernando le parecieron una eternidad. Finalmente, estirándose para intentar parecer digno, rindió la mirada, que paseo sobre el cuerpo de la mujer antes de dirigirla a la blanca pared, con la que en esos momentos le gustaría fundirse y...desaparecer. Dió unos pasos atrás, se metió las manos en los bolsillos, donde sintió la familiar frialdad de las llaves del taxi, encadenadas de por vida a un espantoso llavero con el escudo del Athletico de Madrid y salió al pasillo donde Elena y Jorge, a tan solo unos metros, esperaban en silencio.

Al verlo, ambos apartaron la mirada. No tenían ningún interés por ese personaje y así lo sintió él, que avergonzado se dirigió con paso inseguro al ascensor. ¿cómo era posible que aquel cabrón conociera su secreto?, pensó.


Estaban solos en la habitación. Ella, emborrachada de calmantes, no había sido consciente de la lucha de poderes que se acababa de librar, en la que no llegó a haber ni batalla.

Consciente de su presencia, se sentía como flotando, desconectada de su ser, de todas y cada una de las partes de su cuerpo...menos de una.

Casi no podía abrir los ojos, alargó la mano para rozar el antebrazo de él; su mano acariciaba ese espacio sin nombre entre el pecho y el vientre, sobre esa bata de hospital de color indefinido que, entre botón y botón, dejaba entrever uno de los rotundos pechos que en ese instante se enervó, convirtiendo en casi piedra lo que antes era un suave pezón.

Notaba cómo la estaba mirando, cómo la estaba rozando; se sentía deseada y sólo pudo entreabrir los labios, como para decir algo.....consiguiendo tan sólo, exhalar un suspiro de inesperado placer.

Su sexo se estaba contrayendo, en espasmos arrítmicos, que la estaban haciendo desear sentir sus piernas, para poder juntarlas con fuerza. Su mente, clara, no lo podía creer. En unos instantes, sintió toda la calidez de aquel casi desconocido, del que aún no sabía ni su nombre. Recordó los abrazos cálidos y tiernos allá en su playa....Recordó, cómo la locura y el miedo la invadieron al entrar aquella primera vez en su coche, frente a aquel sucio bar. Recordó con sorpresa y admiración en sí misma, cuándo fue la primera cita, en aquella dirección, en aquella cama, en.....¡¡Claro, ahora lo entendía¡¡. Estaba reviviendo las sensaciones a su lado, como si llevara puesto el diabólico antifaz; al no poder ver con claridad, al notar su olor, al sentir su contacto, su dura piel...su calor....De pronto, un vaido de amargor, invadió su boca y...todo su cuerpo. Quiso luchar pero se sintió débil, vencida...entre estertores de lucha sólo existentes en su mente, pues su cuerpo no se movió, entró en un profundo sopor sin recuerdos. El gotero automático había inyectado su dosis de calmante.


Cuando despertó ya se había ido. Una luz exagerada inundaba la habitación. No sabía cuanto tiempo había estado dormida. Entre roces de sábanas, de cortinas que se decorren, de frias bandejas con ruedas, una enfermera de inexpresiva sonrisa, comenzó a zarandearla, hablándole en un tono de falsa condescendencia, más alto de lo normal. "En dos días te podrás marchar", le dijo. "Descartados los daños cerebrales. Sólo tienes moratones por todo el cuerpo, como si tu marido te hubiera "caneao". (Rió su propia gracia, con la boca exageradamente abierta, dejando ver los dientes más amarillos que había visto en años). "Varias fisuras en las costillas que se te quitarán con descanso. Ah, y (sonrió picara con desbordante complicidad), la cosa esa vibratoria, te la guardamos en el armario.

¡¡Dios, lo había olvidado¡¡ En el momento del accidente ya llevaba puesta su "bala vibradora". Todas las mañanas se permitía ese pequeño placer antes de entrar en el trabajo. La relajaba. A falta de un buen polvo mañanero....Además, había notado cómo cuando lo hacía, le afectaba mucho menos el que su jefa, la bruja de calidad, la abroncara sin piedad. Sintió un repentino y cálido rubor, quizá por la vergüenza, quizá por el descuido, pero se le pasó en el acto. No le importaba lo más mínimo lo que aquella enfermera le decía. Volvió a recordarlo y entonces tan sólo pudo pensar en él.

Pasaron unos veinte minutos hasta que la puerta se volvió a abrir. Elena. Con una sincera alegría se acercó a la cama viendo que ya había despertado. "¡Que susto nos diste, Dali de los cojones!" Le casi gritó, mientras le acariciaba la cara y le dio un beso contundente en la frente. (Dali era como su amiga gustaba de llamarla cuando hablaba en serio. Si hubieran estado de juerga o de bromas la hubiera llamado "negra zorra de los huevos" o simplemente "Rosarillo". Dali era un diminutivo sui géneris de Dalila, su nombre, Rosario Dalila. Cosas de su madre, fan irrecuperable de los culebrones venezolanos...). Se alegró de que su amiga estuviera allí. Se sentía aturdida y creyó que su presencia sería un alivio para su cansada mente. Pero nada de eso. Elena, después de esa frase, atacó directa. "Así que ese era el misterioso ligue". "Sólo a ti se te ocurre liarte con un pedazo de tio como ese, que parece un recogedor de brevas. A su lado ni se te ve, seguro. Aunque buenorro está un rato, sobre todo por esas manazas. Ni quieras saber lo que me imaginaba que me hacian, guarra. Y encima Samsón. Es que eres la leche, tia".

¡No se lo podía creer. Se llamaba Samsón¡, (Sam). El resto de la conversación no tuvo ningún interés para ella. Sólo pensaba en cómo conseguir volver a verle. No sabía si quería postrarse a sus pies, ofrecerse a él o avalanzarse haciéndole rogar por su placer. Pero ya lo había decidido y sabía que sería él quien la encontrara. Ya lo había hecho antes. Solo salió de su ensueño, que la inmunizaba de la palabrería de su amiga, cuando oyó la palabra mágica "Bolero". "¿Qué has dicho?". Espetó a su amiga, que la miró como sorprendida. "Pues que ese tio te trajo al día siguiente un libro sobre el Bolero. Un rollazo, tia, además es usado, está todo subrayado. Un cutre tu amigo." Volvió la cabeza hacia la mesilla, mientras preguntó "¿Al día siguiente?, ¿cuántos días llevo aquí?". "Dos semanas, negra zorra de los huevos, que me tienes hasta el coño ya de venir a verte". En ese momento, entre la noticia de su larga "ausencia" y el sol que, a través de la ventana junto a la que estaba su mesilla la deslumbraba, solo pudo pensar en el libro. Alzó la cabeza, todo lo que pudo, que no era mucho, y lo vio. "Historia del Bolero". De una de sus páginas sobresalía una estrecha tira de papel. La reconoció al instante. Sabía que la estaba esperando. Desconectó su mente. Quiso sentirse desnuda. Se arrellanó en la almohada y se durmió. Sueños de sexo cubrieron sus brumas, deseo contenido. Elena, tras un rato de ofendida ofuscación se fué. No llegó a ver cómo su amiga, incosciente, gemia de placer, acompasando sus caderas al cálido y pausado ritmo de un denso orgasmo.

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