VUELVEN LOS ÁRBOLES AMARILLOS...

VUELVEN LOS ÁRBOLES AMARILLOS...

Penumbra en silencio...

Penumbra en silencio...

COLORES MAGICOS EN MIS ARBOLES

COLORES MAGICOS EN MIS ARBOLES

COMIENZA UN NUEVO DIA...

COMIENZA UN NUEVO DIA...
...EN MI DESIERTO...(Erg Chebby)

domingo, 31 de enero de 2010

Capítulo I, "DESEO..."



La atmósfera era cargante....
El humo, exagerado, que ascendía desde todos esos rostros silenciosos, sentados en la sombra, lejos de la tenue luz que iluminaba sólo el centro de la barra.... y el ruido desagradable de una moledora de café, unida a una radio mal sintonizada, donde se adivinaba algún tipo de cha-cha-cha...
Un viejo, al menos de alma, odiaba a una tragaperras, mientras perdía su sueldo, moneda a moneda....uniendo su electrónica musiquilla al ya triste batiburrillo de fondo que se le metía en los oidos y le hacía....sudar....
Tonos grises, pardos, olor a rancio y a tabaco barato, luz escasa porque nadie cambiaba ya las bombillas rotas, que como cadáveres ahorcados colgaban de esas lámparas llenas de años de roña y escrementos de moscas...
Un pasillo aún más oscuro, por donde se veían, de vez en cuando, entrar y salir a todos esos viejos de alma que iban a aliviar sus vejigas. Nadie se molestaba en cerrar la puerta. Alguno salía aún, hurgándose la entrepierna, tratando de esconder sus verguenzas, tirando de una cremallera que ya había caducado, dejando asomar unos calzones que algún día fueron blancos...
Era de noche.
Pero algo no cuadraba.
Las poses de esos "muebles humanos", acostumbrados a hundir su dignidad y sus últimos restos de cordura en esas cervezas, bebidas a morro, a últimas horas del día, eran.....extrañas.
El obrero de la tragaperras, metía monedas por la hendidura, que bebía su sueldo con avidez...y él, ni se daba cuenta. Con la cabeza gacha, de reojo, casi sin disimulo, miraba al fondo...
Los otros "clientes", siempre concentrados en su "vida", con forma de botella a esas horas....igual que el obrero, nerviosos, de vez en cuando se giraban, en escorzos ridículos, para clavar sus ojos, a través de la penumbra que los envolvía, en el rincón más alejado del pequeño bar.
Solo uno de ellos, quizá creyéndose el más poderoso, el más joven, el más seguro, se había atrevido a girar del todo, sentado en ese estraño taburete que crujió como si un árbol centenario acabase de morir....Al hacerlo, volcó su botellín de cerveza barata sobre el plato de la miserable ración de almendras saladas, amargas por la vejez, blandas, con extraños bichitos moviéndose sobre algunas de ellas. Avergonzado, perdió su escasa compostura, y vovió su rostro hacia el barman que, apoyado en la cafetera, dejaba pasar las horas consciente de que aquello era su infierno, su castigo por antiguos pecados....

Al fondo, esquivando las vacías mesas, esquivando los pocos rodales iluminados por esas amarillas bombillas de las mugrientas lámparas, se había acomodado en un rincón una mujer....¡¡¡y qué mujer¡¡¡

El ambiente parecía haberse electrizado. Todos los clientes, varones, devoraban esa maravilla que, inalcanzable había pasado frente a ellos...Todos, en su interior, en sus primitivas mentes, empezaron a urdir, secretas extrategias para conseguir su atención...¡¡Infelices¡¡.
Todos, poco a poco, fueron diéndose cuenta de que sus sucios y olvidados miembros, recobraban algo de energía, como si llamasen desde el interior de esos miserables y raidos pantalones a sus dueños....Todos ellos, empezaron a salivar, sin querer, entre mirada y mirada, entre pose y escorzo, al compás de cada uno de los gestos de la mujer.

Ella, morena rotunda, cabello negro zaíno, largo, sobre sus rectos hombros. Chaqueta igualmente negra, como un corpiño ajustado a esa figura de porcelana, perfecta, equilibrada, que parecía ser la escolta de esos pechos perfectos que se adivinaban....
Falda corta, cortísima, que se paseó por las babas de los excitados clientes cuando entró en el local. Lo hizo decidida, sin dudarlo, cabeza en alto, mirando diréctamente a los ojos a quien se atrevió a confrontarle la mirada. Su mirada....esos ojos cambiantes, verdosos, marrones, negros,....de fuego¡¡¡.
Al fondo, sentada, cruzadas esas perfectas piernas torneadas quizá por años de ejercicio o quién sabe...., apoyado un brazo sobre el respaldo de la silla de madera, fumaba un extraño cigarrillo negro, que aumentaba, si eso era posible, su áurea de morboso éxtasis, esa burbuja que había provocado en la sólida atmósfera que acababa de atravesar....
Sus pies, calzados con unos zapatos claros, con unos tacones amenazadores, (así lo sentían los frustrados mirones), firmes, empujaron un poco la desvencijada mesa sobre la que había dejado un bolso perfectamente a juego con su vestimenta...
En silencio, una joven muchacha, ayudante del bar, quizá hija del aburrido propietario que cuchicheaba con uno de los clientes echando miradas de reojo a la mujer, se acercó a su mesa....Al rato, volvió con una extraña copa, al menos para los mirones que seguían agazapados en sus sombras, deseando devorar a esa mujer...Martini blanco, seco, con 1 hielo.
Al acercarla a su boca, todos pudieron ver sus labios abrirse, acariciar el borde de la copa, paladear su néctar, incluso alguno creyó entrever la punta de una rosada lengua apartando la rodaja de naranja... Todos desearon morder esa lengua, esos labios, tenerlos alrededor se sus...miembros.....excitados.
La mujer, quizá la única persona segura de sí misma que había entrado en el local en muchos años, ignoró la escena de triste sopor, de testosterona que se acomplejaba a su alrededor. Se concentró en el sucio cristal que la separaba de esa sombría calle donde la gente pasaba sin mirar, sin pensar, caminando rápidos hacia quién sabe qué destinos profundamente automatizados en sus aletargadas mentes. Esperaba.

Pasaron unos minutos y un nuevo personaje se sumó a esta escena de novela negra barata, escena en blanco y negro, en donde sólo el color de los zapatos de la mujer se atrevía a violar la gama que se había pegado a todo lo que allí permanecía....
El hombre, alto, con aspecto de capatáz despreocupado, con un aire de elegancia rústica que contrastaba con el gris azulón, gastado y raido, del mono de obrero que imperaba en la sala....con paso decidido se dirigió a la mujer, apartando casi violentamente un par de sillas descolocadas. Ella, lo miró y sin levantarse se dejó besar directamente en los labios, con fiereza, con avaricia, con deseo contenido, mientras él, la agarró de la estrecha cintura y la alzó hacia sí....dejándole libre sólo el brazo en cuyo extremo aún humeaba el elegante cigarrillo....En esa extraña posición, le pasó la mano, grande y callosa, sobre la parte de atras de la escasa falda, contoneando la perfecta curva de su trasero, desde la espalda hacia abajo, donde se entretuvo apretando y acariciando la rotundez de esa piel largamente deseada.....
En la sala se había hecho el silencio más denso y espeso aún. Hasta el viejo de la tragaperras había dejado de alimentar a su parásita partenaire, girado sin ningún pudor, contemplando la escena...igual que todos los demás, que con envidia primigenia, acentuaban su excitación y deseaban ser aquel extraño que acababa de hacerse protagonista de la escena.
Pocas palabras, pocos gestos otro largo y excitante beso y la mujer, recogió sus cosas, cerrando ese bolso quien sabe lleno de qué....y agarrada a la cintura de él, cruzaron la sala en dirección a la puerta. Sin ni siquiera preguntar, el hombre tiró 10 euros sobre la barra que sacó de sus gastados vaqueros, bajo los cuales trataba de recolocar su virilidad. Con la mujer firmemente agarrada, giró un momento su cuerpo, como para mostrar a las sombras cómo era aquello que ellos nunca tocarían, y besando de nuevo con lascivia el cuello de la impresionante morena....abandonaron el local.
Cada uno de los tristes especímenes que quedaron dentro, sin duda, decidieron, quien la tuviera, follarse a sus abandonadas mujeres esa noche, y quien no, apagar el deseo con una solitaria paja, dolorosa y sucia...En ambos casos, recordando a esa mujer morena.
Nadie imaginaba lo que delante de su maloliente bar iba a suceder.

Frente a la misma puerta, un desvencijado coche, grande, sucio, mal aparcado, esperaba a la pareja....
El abrió la puerta de atrás y, alzando en el aire a la mujer, mas que ayudarla, la echó dentro, y detrás él....Ambos se fundieron con la oscuridad que, gracias a los cristales tintados, hacían del interior un agujero de pasiónes y que hizo que los envolviera, aislándolos en un instante del mundo.
Las manos del hombre, aunque rudas, acostumbradas al duro trabajo agrícola, como si se tratra de un cirujano, arrancaron la ropa de la mujer....la chaquetilla, el corpiño, la camiseta....la falda....
Ella quedó, en una pose que, si no fuera por el deseo que inundaba sus sexos, parecería ridícula, con las medias a medio arrancar, aún conservando la fina lencería que, cuando fué descubierta y sentida por él...no hizó más que su aumentar su ansia de tenerla a su merced....

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